jueves, 20 de julio de 2023
AY DE LOS QUE JUSTIFICAN AL IMPÍO MEDIANTE COHECHO, «Y AL JUSTO QUITAN SU DERECHO!»
Últimamente hemos sido testigos de una serie de acontecimientos que golpearon duramente las estructuras éticas de nuestra sociedad.
Advertimos con creciente temor la falta de ejemplaridad en los funcionarios responsables de las instituciones representativas de la comunidad. El comportamiento decadente de personalidades de alto protagonismo en las diversas esferas de la vida republicana provocando un hondo escepticismo en el ciudadano común. Y tristemente este escenario hoy esta también reflejado en las máximas autoridades de la iglesia cristiana.
La corrupción en el ámbito político y el cohecho en la órbita judicial (admitidos sin ambages en esos medios); la drogadicción en los modelos, deportivos y empresariales, y la ambición por ganar espacios en el mundo periodístico han provocado la extensión de estas debilidades al círculo doméstico, hasta el punto de catapultar a la notoriedad a personajes frívolos y de una moral tan deplorable que describen públicamente sus actos corruptos de modo insolente y sin ningún pudor.
Todas estas excentricidades maliciosas traen a nuestro recuerdo varias de las quejas pronunciadas por Dios al antiguo pueblo judío.
El Antiguo Testamento da cuenta que tanto el Reino del Norte (Israel), como el Reino del Sur (Juda). Después de un gran apogeo político y económico cayeron en cautiverio.
Amós y Oseas se ocupan de la cautividad del Israel; Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías, Habacuc y Ezequiel, tratan de la confinación de Judá. En el cap. 5 de Isaías vemos seis rayes, pronunciados por el Señor y que "llegaron a oídos del profeta" (V. 9) quien los notifico a esa comunidad que había perdido el sentido de la voluntad de Dios en sus vidas y tales palabras le son subrayadas a modo de advertencia para anunciarles que de seguir con esas prácticas entrarían en cautiverio (v. 13).
Hemos elegido sólo el último de los reyes, como simbólico, pues los restantes están relacionados con este y conforman un cuadro de la degradación imperante en los días de hoy.
El descontento divino se hecha de ver por codicia desmedida (8-10), vicio libertino (11-17), impiedad desafiante (18-19), perversión de la verdad (20); presunción insensata (21) y perversión de la justicia (22, - 23).
El cuadro descrito es una sinopsis del medio que nos rodea, y el peligro para nosotros radica en que tales perversiones, exhibidas descaradamente por los personajes citados, resulten tan habituales que lleguemos a considerarlas normales y no una desnaturalización del orden divino.
Estos desvías no se neutralizan por cambiar estatutos o leyes, sino por mantener nuestros corazones bajo la autoridad y temor de Dios.
Exhorto a la iglesia a actuar en consecuencia y a interceder por nuestra juventud, instándoles a poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Col. 3:2) y a renunciar a la impiedad y a les deseos mundanos, viviendo en este siglo sobria, justa y piadosamente (Tito 2:12). ¡Oremos asimismo por nuestras autoridades! (1ª Tim., 2:1-2).
Pastor Israel Fuentes
Buenas Tardes Apostólicas.
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