El uno proclamaba al otro diciendo: ¡Santo, santo, santo es Jehovah de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria! Isaías 6:1-7
INTRODUCCION: El Profeta Isaías después de la muerte del Rey Uzias quedo muy triste, al igual que Samuel con Saúl, pensaba que Dios no iba a seguir trabajando con personas. Sin embargo, la gloria de Dios se manifestó en ese momento y Dios a través de serafines y ángeles hizo cosas sobrenaturales. Isaías para ser usado por Dios necesitaba ser santificado por el Dios santo. Dios cuando llama alguien lo prepara y lo santifica, dice la escritura: Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, pero ya sois santificados, pero ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. (1 Corintios 6:11). Somos santificados por el bautismo y el poder del Espíritu Santo para hacer cosas grandes y poderosas. Necesitamos urgentemente un encuentro con el más Santo para hacer cosas poderosas.
I.- UN ENCUENTRO CON EL SANTO NOS HACE UTILES
Isaías no estaba preparando para hacer la obra de Dios. El necesitaba tener un encuentro sobrenatural que cambiara su vida. El no necesitaba cualquier tipo de encuentro, él tenía que encontrarse con el más santo. Me refiero al más Santo, porque los Serafines no paraban de decir “Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos”. Eso no significa la trinidad, sino que nos habla de uno que es más santo y que no hay palabras para describir su Santidad. Cuando él tuvo ese encuentro su vida fue diferente, yo no fue el mismo hombre inútil. Dios quiere cambiar nuestra condición, sea lo que sea que hagamos, puede ser un gran trabajo, pero delante de Dios eso no es nada. Pedro era pescador, pero Dios no quería que siguiera siendo pescador, él quería que fuera predicador, Pablo era un simple fariseo con mucha educación sin embargo Dios quería que él fuera útil en el ministerio para alcanzar a los gentiles. Necesitamos un encuentro con el más Santo para que nos haga útiles y para que hagamos tesoros no en la tierra sino en el cielo. (Mateo 6:20).
II.- UN ENCUENTRO CON EL SANTO NOS HACE ADORAR
Isaías con su pecado no podía hacer absolutamente nada, y él en la presencia del más santo no podía solamente ver a los serafines como adoraban, sino que él también tenía que adorar. Cuando nosotros estamos con pecados no podemos adorar a Dios porque el pecado enceguece nuestra mente y nuestro deseo de glorificar a Dios. Pero los Serafines no podían parar de adorar. Ahora bien, si ellos lo hacen tantas veces y muchas veces dicen Santo, santo, santo y no han sido ni redimidos ni transformados, cuanto más nosotros debemos decir Santo, santo, santo. No podemos cerrar la boca y quedarnos callados con lo que estamos viendo. Todos aquellos que tienen un encuentro con el más santo deben adorar su nombre en Espíritu y en verdad. La mujer Samaritana tuvo un encuentro con el más Santo (Juan 4). ¡Y el Señor le dije que adorara!
III.- UN ENCUENTRO CON EL SANTO NOS TRANSFORMA
Ese encuentro que tuvo Isaías con el más Santo, cambio su vida 180° desde ese día Isaías fue un hombre diferente. Cuando viene la gloria del Señor sobre nuestra vida, nosotros no podemos ser los mismos, nosotros somos transformados: Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. (2 Corintios 3:18). Isaías vio la santidad de Dios, y la santidad de Dios es hermosa así lo dice David: Adorad a Jehovah en la hermosura de la santidad; tiemble ante su presencia toda la tierra. (Salmo 96:9). Nosotros tenemos un encuentro con el más Santo cuando nos llenamos de su Espíritu Santo y de esa manera reflejamos que el más santo está con nosotros. En el día de Pentecostés tuvieron un encuentro con el más Santo. Y fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron hablar en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 2:4). Jacob tuvo un encuentro con el más santo y su vida fue cambiada, no fue más el suplantador (Jacob) sino que Israel (Príncipe de Dios) (Génesis 32). El más santo nos transforma porque su santidad llena toda la tierra y es demasiado grande. El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver. A él sea la honra y el dominio eterno. Amén. (1 Timoteo 6:16).
CONCLUSION: Este es el tiempo que tenemos que encontrarnos con el más santo, su santidad nos cambiará, nos llenará y nos hará hombres y mujeres diferentes.
Evangelista Samuel González
Buenas Tardes Apostólicas
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