La confianza encierra el esperar en Dios. En la iglesia muchos han perdido oportunidades valiosas y grandes, han perdido ministerios, porque nunca aprendieron a esperar en Dios, solamente les cogió la impaciencia. La impaciencia siempre nos llevará a cometer errores y en ocasiones irreparables, que por más que lloremos no vamos a poder remediarlas, por no aprender a estar quietos en la presencia de Dios y a esperar el momento oportuno de Dios. La persona que no sabe esperar será una que nunca va a ver sus sueños realizados, que nunca tendrá experiencias con Dios. El que aprende a esperar en Dios siempre tendrá dominada la carne, sus sentimientos y sus impulsos, esa persona no se mueve si Dios no le dirige, si Dios no ha tomado el control.
El esperar tiene que ver con el alma, tiene que ver con el corazón y no con la mente, porque con la razón nunca podrá sentirse reposada ni quieta, porque siempre estará razonando y va a estar en una desesperación constante. El esperar en Dios está ligado a la fe, porque “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). La persona que cree lo hace con el corazón, David lo entendía así, y es por eso que dice: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes” (Salmo 27:13).
El que ha aprendido a confiar en Dios sabrá estar rendido ante la presencia de Dios, sabrá estar quieto en la presencia de Dios, por más difícil que sea la situación entiende lo que debe hacer, el Señor nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:10).
Dios va a tomar en sus manos esa situación, porque el esperar en Dios trae fortaleza. “Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isaías 40:31), esa promesa es para los que aprenden a esperar en Dios. “Pero tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo” (Salmo 92:10), en esa fortaleza, en esa ayuda de Dios está incluida la calma que nuestro corazón necesita.
El que ha confiado en Dios estará estable en sus emociones, estable en su fe, puede sentir dolor, puede llorar, pero esa persona en lo más profundo de su corazón va a decir nunca voy a renegar contra Dios, voy a estar quieto, apoyado en Dios, apoyado en Su Palabra. La persona que aprende a esperar en Dios sabe que por más doloroso que sea la situación y por más fuerte que haya sido el golpe a su corazón eso no fue coincidencia, eso no fue mala suerte, esa persona está persuadida que si algo Dios permitió, es Dios quien ha tomado el control, entenderá que Dios tiene los hilos de su futuro, de todo su destino. “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”, 2 Corintios 4:17.
“Los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre”, Salmo 125:1. Esa persona estará sólida, estará firme, esa persona jamás será desubicada, puede pasar la tormenta y seguirá amando a Dios. Él puede controlar la tempestad, pero también cuando Él quiere pasarnos por la tempestad dejará rugir la tempestad, dejará que lleguen los problemas pero nos garantiza calmar nuestros corazones. Nunca debe de permitir que la adversidad le haga caer, excepto de rodillas ante Dios.
El brazo humano le puede fallar, esa persona en la cual se ha apoyado tiene un límite, pero el brazo de Dios permanece extendido y su fuerza no hay quien la acabe. David se fortaleció en Dios, el Salmo 71:14 dice: “Mas yo esperaré siempre, y te alabaré más y más”.
Pastor Jonathan Fuentes
Buenas Tardes Apostólicas
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