“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora...” Eclesiastés 3: 1-8. Ef. 5: 14-17.
Hermanos, Dios nos ha dejado aquí en la tierra para trabajar en su obra, según su divino propósito. Y para ello, entre los recursos que nos concede, figura una cierta cantidad de tiempo. Un precepto bíblico relativo a su uso, la hallamos en el versículo ya leído: (Ef. 5.16), “Aprovechando bien le tiempo, porque los días son malos”.
¿Cómo lo estamos aprovechando? ¿Cómo lo estoy haciendo yo con el mío? Tratándose de un recurso escaso y no renovable, debemos administrar. ¿Cómo lo estamos haciendo? Como decía el sabio Salomón en el pasaje que hemos leído, hay tiempo para todo, tiempo para nacer, tiempo para morir, etc. Ahora hermanos ¿Qué parte de ese tiempo le estamos dedicando al Señor y a su obra?
Por regla general, según estadísticas, el ser humano dedica una tercera parte de su tiempo al trabajo, una tercera parte al descanso, y la tercera parte restante a distintas actividades. (Distracción, deportes, lectura, TV, etc.)
¿Qué parte del tiempo le estamos destinando al Señor? Un refrán muy conocido sentencia: “El tiempo es oro”
¿le damos realmente el valor que tiene o lo, malgastamos en trivialidades? Quizás no tengamos presente que también nuestro tiempo le pertenece a Dios.
¿Alguna vez hemos aplicado el principio de dedicar una décima parte del tiempo al Señor y a su obra? ¿Cuánto representa esto? Aproximadamente dos horas y media por día.
¿Se imaginan, hermanos, como cambiaría nuestra vida espiritual, y que cambios habría en las iglesias, si cada uno de nosotros ofreciera cada día dos horas y media de su tiempo al Señor y a su obra? (Obviamente esto incluye oración, meditación y estudio de la palabra, reuniones, etc.
Decía el apóstol Pablo en (1 Cor. 7:29), “que el tiempo es corto”. Y esto es una realidad. Es corto por la inminencia de la segunda venida del Señor a buscar a su iglesia. Es corto comparado con toda la eternidad que tenemos por delante.
Algunos versículos de las escrituras nos recuerdan que “la vida es un soplo”, que pasa prontamente. A veces decimos: “¡Cómo se me ha ido el tiempo!” En realidad, el tiempo no se nos ha ido, ya que no hay horas de menos de sesenta minutos.
Lo que pasó fue que hemos hecho mucho menos de lo que hubiésemos querido hacer. Hablamos de la “tiranía del tiempo”, cuando en realidad, lo que está pasando es que en lo que disponemos de tiempo, queremos realizar un excesivo número de tareas.
El creyente, como un mayordomo fiel, debe pensar que su tiempo es algo muy valioso que el Padre celestial le ha confiado para administrarlo con sabiduría y discernimiento espiritual, buscando siempre la guía y la dirección de su Santo Espíritu. No olvidemos nunca, hermanos, que “El tiempo es como aguas derramadas por la tierra, que no pueden volver a recogerse”.
2° Sam. 1:14.
Usemos cuidadosamente nuestro tiempo. Démosle al Señor la parte que le corresponde por derecho propio (¡todo es de él!). No lo desperdiciemos, pues, en cosas sin importancia, como la lectura barata, o viendo programas de televisión sin ninguna trascendencia espiritual, ya que no lo recuperaremos jamás.
Que Dios guie y nos iluminé por su Santo Espíritu para que seamos fieles mayordomos de su tiempo, y que sepamos aprovecharlo para su gloria y para su honra.
Y una cosa más, que tiene que ver con la mayordomía del tiempo. LA PUNTUALIDAD ¡Cómo se ha perdido en el ambiente apostólico! La puntualidad de llegar a las reuniones, a nuestros compromisos.
El no ser puntuales es una falta de respeto al Señor, quien es el primero en llegar, y una falta de consideración hacia los hermanos que llegan a la hora.
“Malgastar nuestro propio tiempo es malo, pues cada minuto que pasa no lo recuperamos jamás, pero, somos poco menos que ladrones, cuando deliberadamente o inconscientemente hacemos que otros pierdan su tiempo.
No tenemos ningún derecho de llegar tarde a una cita, no de llegar diez o veinte minutos tarde a una reunión, misma.
Al respecto, siempre recuerdo la puntualidad de dos queridos hermanos, ya con el Señor, que nunca llegaban tarde, siempre comenzaban las reuniones en horario. Que les tengamos como ejemplo en nuestras vidas. Desde el cono sur su hrno Josué Nayib 16-01-23
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