¡Es una promesa llena de gracia! Es un gran gozo para nosotros confesar a nuestro Señor Jesús.
Sin importar cuáles pudieran ser nuestras fallas, no estamos avergonzados de nuestro Señor Jesús, ni nos debe dar miedo declarar las doctrinas de Su cruz. Oh Señor Jesús, no hemos escondido Tu justicia dentro de nuestro corazón.
El panorama que se expone aquí delante de nosotros es dulce. Los amigos abandonan y los enemigos se alegran, pero nuestro Señor Jesús no repudia a Su siervo.
Sin duda nuestro Señor Jesús nos reconocerá incluso aquí, y nos dará nuevas señales de Su consideración favorable. Pero se aproxima el día cuando debamos estar delante del grandioso Señor Jesús.
¡Qué bendición es pensar que nuestro Señor Jesús nos confesará entonces! Él dirá: “Este hombre realmente confió en mí, y estaba anuente a sufrir reproches por amor de Mi nombre; por esa razón yo lo reconozco como mío.”
Un día un gran hombre fue hecho caballero, y la reina le entregó una insignia enjoyada; pero, ¿qué importancia tuvo eso? Será un honor que sobrepase a todos los honores cuando nuestro Señor Jesús nos confiese en su presencia divina en los cielos.
Que nunca nos sentamos avergonzado de reconocer a nuestro Señor Jesús. Que nunca me abandone a un cobarde silencio, o acepte una componenda proveniente de un corazón desfallecido.
¿Acaso me avergonzaré de reconocer a Aquel que promete reconocerme? Amén y Amén.
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