lunes, 12 de diciembre de 2022

En quietud y confianza será vuestra fortaleza"




Estar inquietándose y preocupándose, cuestionando y desconfiando es siempre una debilidad.

¿Qué podríamos hacer si nos consumiéramos hasta quedar en los huesos y en la piel? ¿Acaso podríamos ganar algo por tener miedo o por irritarnos? ¿Acaso no nos estaríamos volviendo incapaces para la acción, y trastornaríamos nuestras mentes para cualquier sabia decisión?

Nos estamos hundiendo con nuestros esfuerzos cuando podríamos flotar por la fe.

¡Oh, que tuviéramos gracia para quedarnos quietos! ¿Para qué correr de casa en casa repitiendo la gastada historia y enfermándonos más y más del corazón conforme la decimos? ¿Por qué quedarnos en casa clamando en agonía por causa de desventurados presentimientos que podrían no cumplirse jamás?

Sería bueno mantener quieta la lengua, pero sería muchísimo mejor si tuviéramos quieto el corazón.

¡Oh, quedarnos quietos y saber que nuestro Señor Jesús es Dios! ¡Oh, que tuviéramos gracia para confiar en nuestro Señor Jesús!

El Santo de Israel ha de defender y liberar a los Suyos. Él no puede volverse de Sus solemnes declaraciones.

Podemos estar seguros de que cada palabra de Su voluntad permanecerá aunque las montañas fueran trasladadas.

Él es digno de toda confianza; y si mostráramos confianza y la consecuente tranquilidad, seríamos tan felices como los espíritus que están delante del trono.

Vamos, alma mía, regresa a tu reposo, y apoya tu cabeza sobre el pecho de nuestro Señor Jesús. Amén



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