Si esto es cierto del Israel literal, con mucha más razón es cierto del Israel espiritual, del pueblo creyente de nuestro Señor Jesús. Cuando los santos son lo que debieran ser, son una bendición incalculable para aquellos entre quienes se encuentran esparcidos.
Son como el rocío, pues de una manera tranquila y discreta refrescan a los que están a su alrededor. Silenciosa pero eficazmente ministran a la vida, al crecimiento, y al gozo de aquellos que habitan con ellos.
Caídos frescos del cielo, relucientes como diamantes al sol, agraciados hombres y mujeres atienden a los débiles y a los insignificantes hasta que cada hoja de hierba tiene su propia porción de rocío.
Pequeños como individuos, son, cuando están unidos, suficientes por completo para los propósitos de amor que nuestro Señor Jesús cumple a través de ellos. Las gotas de rocío logran refrescar extensos acres.
¡Señor Jesús, haznos como el rocío! Las personas piadosas son como lluvias que llegan ordenadas por nuestro Señor Jesús sin licencia ni autorización de los hombres. Trabajan para nuestro Señor Jesús ya sea que los hombres lo deseen o no; no solicitan el permiso humano como tampoco lo hace la lluvia.
Señor Jesús, haz que estemos valerosamente dispuestos, y libres en Tu servicio dondequiera que nuestra porción hubiere sido asignada.
Amén, Amén y Amén.
MIAI. México
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