miércoles, 3 de enero de 2024

¿QUE DICE LA BIBLIA ACERCA DEL DIA DE ACCION DE GRACIAS?




¿QUE DICE LA BIBLIA ACERCA DEL DIA DE ACCION DE GRACIAS? (Salmo 103:1-5)

Introducción: La acción de gracias del AT anuncia la del NT en cuanto que es siempre, al mismo tiempo que gratitud, tensión hacia el futuro y hacia una gracia más alta. Por otra parte, a la hora de la nueva alianza, la acción de gracias irrumpe verdaderamente, haciéndose omnipresente en la oración y en la vida de los cristianos, como no lo había sido nunca en los justos de otros tiempos. La acción de gracias de la Biblia es especialísima mente cristiana.
Tenemos un Dios grande y maravilloso, un Dios bueno y poderoso, que nos colma de favores y misericordias cada día, todos los días. Un Dios, que no ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Por tanto tenemos muchas grandes razones y muy poderosos motivos por los cuales estar y ser agradecidos con nuestro buen Dios y Padre celestial.


Existe un esquema literario clásico de la acción de gracias, visible en particular en los Salmos, y que manifiesta bien el carácter de la acción de gracias, reacción ante un gesto de Dios. La confesión de la gratitud por la salvación obtenida se desarrolla normalmente en un «relato» en tres partes: descripción del peligro corrido Sal 116,3, oración angustiada Sal 116,4, evocación de la magnífica intervención de Dios Sal 116,6 Sal 30 Sal 40 Sal 124.

Recordar los beneficios divinos es una de las tareas más difíciles que constantemente acometemos. Tenemos una tendencia a sufrir de “amnesia espiritual” lo cual incide en una falta de reconocimiento y agradecimiento al Dios de toda provisión.

Otra de las razones es porque somos olvidadizos, es decir, nos olvidamos de lo que Dios hace (“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” Salmo 103:2) ¿Pero qué pasa? se nos olvida y lejos de agradecer, lo que hacemos es murmurar. Dios le habló a Israel y le dijo: (“Cuídate de no olvidarte de Jehová que te sacó de la tierra Egipto, de casa de servidumbre.” Deuteronomio 6:12) Y esto fue lo primero que hizo Israel.

El pueblo se olvidó de los grandes prodigios que hizo Jehová por ellos, para liberarlos. Abrió el mar rojo, por lo cual pasaron en seco, todos ellos, vieron con sus ojos esa maravillosa escena. Vieron la columna de fuego y recibían la sombra que les dada la nube durante el día, y por si fuera poco les dio de beber agua de una peña y los alimentó con pan del cielo, el maná.

Y ellos nunca agradecieron, lo que hicieron fue murmurar y decían: mejor nos hubiéramos quedado en Egipto, aquí moriremos, no tenemos otra cosa que comer, imagínese estaban hastiados del maná, cosa única y asombrosa, pero para ellos no fue suficiente. Y eso nos sucede a nosotros también.

A veces estamos deseando y pensando tanto en lo que no tenemos, que no podemos ver lo maravilloso que Dios nos ha dado. Pasamos el tiempo lamentándonos por cosas tan absurdas, porque el vecino tiene más, o tiene lo que nosotros queremos; porque no salen las cosas como queremos y no somos felices, ni dejamos que otros lo sean, por nuestro murmurar, cosa muy desagradable para Dios.

“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” Romanos 1:21. Aprendamos, amados, a no olvidar que sin Dios somos menos que nada, nada somos sin Él. No olvidemos que Él es quien provee todas las cosas, que por Él subsiste todo y todo es para Él. No olvidemos ningún favor de Dios por muy pequeño que se vea, porque Dios no hace cosas pequeñas, pero si para tu ojo es poco agradece eso poco entonces y luego aprende a ver las cosas grandes que Dios hace por ti y sé agradecido.

“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”. Dios nos ha colmado de sus beneficios. Haga solo una mirada a su alrededor y luego en su interior y se unirá a este cántico de gratitud por todo lo recibido de Dios. Entremos hoy por “sus puertas con acción de gracias”.

Porque (“Por la misericordia de Jehová, no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias“) Lamentaciones 3:22. Aprendamos a ser agradecidos en todo tiempo, por todo y en todo. La palabra dice en 1 Tesalonicenses 5:18 “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús“.

El agradecimiento a Dios es la respuesta a su gracia, esta se define como “gozar del favor de Dios, es un regalo no merecido de Dios para el ser humano”: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9.

Hay ejemplos de gratitud por parte de los creyentes en el nuevo testamento. Pablo estaba siendo perseguido, no obstante, él escribió, "Más a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento" (2 Corintios 2:14). Pedro nos dice que debemos estar agradecidos por "diversas pruebas", diciendo que, a través de las dificultades, nuestra fe "sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo" (1 Pedro 1:6-7).


I. DEBEMOS AGRADECER A DIOS POR EL BENEFICIO DE SU PERDÓN v. 3a

Los ángeles que provocaron la primera y única rebelión que se originó en el cielo, quedaron bajo eterna condenación y sin la posibilidad de ser redimidos, por lo tanto no pueden ser perdonados aunque esto lo anhelen en sus prisiones eternas. Sin embargo, el hombre “creado a su imagen y semejanza” desde su caída en el huerto del Edén ha sido objeto del amor, misericordia y el perdón divino. No me pregunten por qué Dios hizo esto con unas criaturas y con las otras no. En todo caso la pregunta sería, más bien, por qué Dios nos amó tanto. Me llama la atención que ambas criaturas (ángeles y hombre) fueron arrojados del Paraíso, pero mientras unos recibieron la sentencia de condenación perpetúa, el hombre recibió en el mismo Paraíso la promesa de su redención futura (Gen.3:15). La creación y su subsecuente historia nos hablan de un Dios redentor y perdonador. Es verdad que el hombre ha vivido y vive las consecuencias de su pecado pero también es cierto que puede alcanzar el perdón de los mismos una vez que recibe la oferta de la salvación por gracia a través de nuestro Señor Jesucristo. El perdón de nuestros pecados es sin duda el más alto beneficio del cual hemos sido objeto por parte de Dios. Cuando somos revestidos de la justicia de Cristo, mediante la fe, Dios no tiene en cuenta nuestros pecados, hasta quedar ante El blancos como la blanca lana o emblanquecidos como la nieve ¿no es esto un tremendo motivo de gratitud? Dios olvida nuestros pecados, pero nosotros no debemos olvidar el perdón de los mismos. Por eso debemos unirnos en este canto: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.


II. DEBEMOS AGRADECER A DIOS POR EL BENEFICIO DE SU SANIDAD. 3b


Muchos dudan de la posible intervención de Dios a través de su sanidad divina a favor de los afligidos. Pero la verdad sigue siendo la misma: “Él es quien sana todas tus dolencias”. Toda sanidad es divina, no importa si Dios usa un instrumento o sencillamente lo hace directamente. De allí que nuestra gratitud a Dios por este beneficio va desde recordar su oportuna intervención en enfermedades sin cura para la ciencia médica, hasta la sanidad en enfermedades que han entrado en el campo de lo emocional y de lo síquico. En esto es bueno recordar el trabajo que hizo Jesucristo. La sanidad que Jesús aplicaba a sus pacientes siempre iba acompañada de una exigencia de fe y de una declaración de perdón aunque el individuo ya había sido sanado. La enseñanza de Jesús es que toda sanidad busca finalmente sanar el alma de todo pecado que es la enfermedad mayor. Así pues, hay gratitud en nuestro corazón porque en las “dolencias” de una conciencia culpable, ahora hay paz en el pensamiento; porque frente a la “dolencia” de un espíritu angustiado, ahora hay reposo interior; porque frente a la “dolencia” de un estado emocional alterado, ahora hay control del Espíritu y porque frente a la dolencias físicas cotidianas, también hay un pronto auxilio de nuestro Dios sanador. Levantemos hoy un agradecimiento a Dios porque Él es “Jehová tu sanador”. “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.


Jesús esperó la acción de gracias de los diez leprosos al comprobar estos la sanidad de su terrible enfermedad, esperaba que regresaran y le expresaran su gratitud ante tan grande sanidad y liberación porque en los tiempos de Jesús y para los judíos la lepra más que ninguna otra enfermedad, era una señal de desagrado a Dios, eran excluidos de la sociedad pero se les permitía conversar libremente con otros leprosos, por eso pudieron presentarse a Jesús en grupo. “Respondiendo Jesús dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. Lucas 17: 17-19 (RVR1960). Puedes leer el pasaje completo en Lucas 17: 11-19.

También de nosotros EL SEÑOR JESUS espera el agradecimiento: Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. Colosenses 3:15

No seamos como los nueve leprosos indiferentes y mal agradecidos. Vivamos agradando y siendo agradecidos con Dios, todos los días, todo el día, en todo tiempo y en todo lugar.

III. DEBEMOS AGRADECER A DIOS POR EL BENEFICIO DE SUS FAVORES v.4b

Los trofeos son siempre símbolos de victoria. El sabor del triunfo es evidenciado cuando alguien levanta o se le coloca una corona. En las competencias deportivas, de bellezas, de estudios o de alguna otra disciplina, el gran esfuerzo que precedió a esto queda fielmente compensado cuando los jueces entregan el premio alcanzado. En la vida espiritual se nos han prometido de igual manera premios y trofeos, medallas y coronas. Es cierto que algunas serán entregadas al final de la jornada como resultado del trabajo realizado, pero hay otros que necesariamente no son “galardones celestiales” sin embargo corresponden a los “favores y misericordias” del cual somos objetos cotidianamente. En la gran disposición divina somos objetos de los más bendecidos favores y de las más consideradas misericordias. Los favores y misericordias divinas se cuentan en una familia donde los hijos son “como plantas crecidas en su juventud” y donde las hijas son como “las esquinas labradas como las de un palacio”. Se puede ver que a pesar de haber fallado a Dios, Él nos restaura y nos levanta. Puede verse que en algún accidente donde se pudiera haber perdido la vida, Dios la ha preservado como testimonio de su gran amor. Sus favores y misericordias son garantías absolutas de cuidado y protección. Son las pruebas más convincentes de su presencia, “todos los días hasta el fin del mundo”. Pudiera ser que veas días donde Él pareciera estar lejos y hasta ausente, pero su promesa para cada día es la misma: “Él es el que te corona de favores y misericordias”. Frente al desaliento de la vida hay una corona de favores y misericordia que espera. Nuestro Dios no ha perdido una batalla todavía por eso garantiza las coronas.

IV. DEBEMOS AGRADECER A DIOS POR EL BENEFICIO DE SU PROVISIÓN v. 5

El salmista experimentó el hambre en alto grado cuando fue sometido a terribles persecuciones por sus enemigos. Tanto fue esto que en una ocasión irrumpió en la Casa del Señor y el sacerdote le dio los panes que estaban destinados para la propiciación con los que sació su hambre (I Sam.21:5,6). Pero durante el resto de su vida fue testigo de la gracia y provisión divina capaz de decir, “...él es el que sacia de bien tu boca”. El hambre es símbolo de todo aquello que hace falta en la vida. Hay una búsqueda de saciar la boca, solo que no siempre es con el bien de Dios. Hay un hambre de justicia, un hambre de amor, un hambre de reconocimiento, un hambre de perdón, etc. que está siendo saciada pero no con la “comida” de Dios sino más bien con las “algarrobas de este mundo”. Muchos cual hijo pródigo han llegado a tal estado de miseria y bajeza en sus vidas que no les importa con qué tipo de comida se están satisfaciendo. Sin embargo la promesa de la Biblia es que quienes ponen en Dios su confianza, él traerá satisfacción completa. “Saciar de bien la boca” es alimentarse con la dulzura de su palabra. Es tomar sus promesas y vivir haciendo su voluntad. Es vivir en la confianza que, “no hay justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan”. Es sentir que Dios es suficiente para llenar todo vacío de nuestra alma hambrienta. Es reconocer que mientras el mundo sacia temporalmente con sus placeres y sus encantos, nuestro Dios sacia para siempre todo tipo de hambre en nuestras vidas. En Dios tenemos abundancia de vida, abundancia de paz, abundancia de propósito, abundancia de pan, abundancia de perdón, abundancia de amor y sobre todo tenemos abundancia de vida eterna. Levantémonos para agradecer a Dios el haber saciado de bien nuestra boca. Digamos, finalmente: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.

CONCLUSION: Muchas cosas pudieran olvidarse en la vida, pero los “favores y misericordias” que nos han venido del cielo deberían formar parte de una adoración continua así como de una acción de gracia permanente. Tengamos un corazón agradecido, pues esto será un arma poderosa frente a la que satanás no presentará resistencia.

Tenemos que recordar que la acción de gracias debe ser la actitud del creyente en todo momento porque: La alabanza, acción de gracias y adoración es nuestra expresión de amor para el Señor. “Con cánticos alabaré el nombre de Dios; con acción de gracias lo exaltaré», Salmos 69:30. Desde el cono sur su hno. Josué Nayib 23-12-2023

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